Reflexión: "La conversión del corazón: Reconociendo a Dios en los marginados"
En este pasaje del Evangelio, Jesús nos presenta una historia que nos invita a reflexionar sobre la verdadera riqueza y la pobreza espiritual. El hombre rico, vestido de púrpura y lino, representa a aquellos que viven en la opulencia y la indiferencia, mientras que Lázaro, el mendigo cubierto de llagas, simboliza a los marginados y olvidados de la sociedad.
La imagen de Lázaro, echado en el portal del rico, nos confronta con la realidad de la injusticia y la desigualdad. A menudo, los más necesitados están a nuestro alrededor, pero nuestra ceguera espiritual nos impide verlos y ayudarlos. Los perros que lamen las llagas de Lázaro muestran más compasión que el hombre rico, recordándonos que la verdadera misericordia no conoce barreras.
Cuando ambos mueren, sus destinos se invierten. Lázaro es llevado al seno de Abrahán, mientras que el rico sufre tormentos en el infierno. Esta inversión nos enseña que la justicia divina trasciende las apariencias y las riquezas terrenales. Dios mira el corazón y recompensa la humildad y la compasión.
El diálogo entre el rico y Abrahán nos llama a la conversión del corazón. El rico, en su desesperación, pide que Lázaro alivie su sufrimiento y advierta a sus hermanos. Pero Abrahán le responde que tienen a Moisés y a los profetas, y que, si no los escuchan, tampoco se convencerán, aunque resucite un muerto. Esto nos recuerda que la verdadera conversión no depende de milagros espectaculares, sino de escuchar y vivir la palabra de Dios.
Este pasaje nos invita a reconocer a Dios en los marginados de la historia. Nos desafía a abrir nuestros ojos y corazones a aquellos que sufren y a actuar con misericordia y justicia. La verdadera riqueza no se encuentra en los bienes materiales, sino en la capacidad de amar y servir a los demás. Que este mensaje nos inspire a vivir con compasión y a buscar la conversión del corazón, reconociendo a Dios en cada rostro humano, especialmente en los más vulnerables de la historia.
